27 mar 2024

Resiliencia

 

[Imagen: Sketch by Sou Fujimoto for Serpentine Pavilion - via: dezeen.com]

La arquitectura ha pretendido ser un arte de la permanencia, la mayoría de las veces su aspiración fue la de esculpir en materiales perennes ideas con la intención de ayudarlas a superar el paso del tiempo; hoy, necesitamos olvidar rápido. Nuestro individualismo nos prohíbe jurar lealtad a nada ni a nadie, lejos quedan aquellos tiempos donde la fiabilidad de los principios que regulaban el orden común se presentaba como encomiables. La consecuencia más severa de esta imposibilidad de compromiso ha sido la liquidación de la idea de futuro obligándonos a una transformación permanente. No se nos es permitido perdurar, el discurso de la resiliencia, la transformación y la reinvención infinita se nos vende como algo virtuoso, aunque sólo consigue ser un apaciguador para la angustia que provocan todas las perspectivas de nuevas promesas no verificadas.

La arquitectura que visitamos ahora es la efímera, lo que nos cuentan las ruinas son historias que nos resultan más que incomprensibles, inalcanzables. Deberíamos recordar que, aunque nunca estén asegurados contra el fracaso, los absolutos tienen que crearse.

19 feb 2024

Nada. Ello dirá.

 

[Imagen de la estampa: Nada. Ello dirá. - Francisco de Goya - via: museodelprado.es]

Ha desaparecido de nuestro horizonte la idea de un futuro estable, ahora sólo se nos presenta la responsabilidad de tener que reorganizarlo constantemente. Aunque muchas de las promesas irrisorias que prometían eternidad continúan en nuestra vida política (sorprende la cantidad de gente que todavía compra la promesa nacional, o cualquier otra teleología para resentidos); la esperanza de escapar que hasta ahora había constituido el motor de nuestra búsqueda, ya no existe.

Nos cuesta creer que en realidad no somos nada, sólo origen sin final hasta el día en el que desaparecemos.

19 ene 2024

Narciso

 

 [Narcissus by Jody Kelly - via: robscholtemuseum.nl]


El hombre siempre ha tenido una invencible inclinación por la comunión y al mismo tiempo la necesidad de ser uno propio, de ser individuo. Esta paradoja ha producido infinidad de malestar, pero también un esfuerzo en querer razonar un lugar común.

Con la exaltación de la emocionalidad actual, el proyecto común ha menguado. Somos narcisos enamorados de nuestro proyecto de felicidad, proyecto basado en exclusividad en lo sensorial. El otro se ha convertido en un simple verificador ilusorio de nuestras emociones editadas hasta la náusea y mostradas en las redes sociales. Ya no queremos conocer, sólo sentir.

Dentro de esta dinámica, ya no buscamos en el entorno material espacios de conexión o de significación, sino meros telones de fondo para poder protagonizar nuestras representaciones. Hemos reducido todo anhelo de la arquitectura a una simple exhibición emocional.

Aunque demos por sentada la sociedad del bienestar, el abandono de la aspiración racional nos sitúa en una posición extremadamente frágil. Esperemos recobrar la cordura y volver a buscar la belleza en los demás para no terminar como en el mito de Narciso.