26 ene 2013

prueba y error


[Après la faute, 1885, Jean Béraud]

Con la sofisticación, la primera burguesía industrial quería demostrar su pertenencia a las clases elegidas, que ellos no eran simples trabajadores y que por consiguiente sus vidas eran mejores. Invertían tiempo y sobre todo muchos recursos en cultivarse culturalmente y en atender su imagen. Tenían que demostrar que poseían suficiente dinero como para no tener que trabajar y dedicarse a la urbanización personal. Entonces no cabía la menor duda que era mejor ser burgués, hoy adoramos la comodidad burguesa pero nos prohibimos juzgar peyorativamente a los ‘proletarios’.
El modelo anterior se fue empobreciendo poco a poco y hoy nos conformamos con comprar una taza de la Tate Modern para creernos sofisticados. Ya no hay más una elaboración paciente, la simple mimesis de signos inconexos nos provoca el encumbramiento. Creemos que esta puede ser parte de la explicación de porqué continuamos construyendo esos edificios horrorosos y horteras con la pretensión que nos ayuden a sentirnos mejor.