29 nov 2014

insignificancia


[fotografía Joseph Henry Sharp. Crow tipi village 1906. via: www.nomadicsonglines.com]

No sabemos cómo ocurrió cuando un primate entró en razón y tomó conciencia que algún día iba a morir (no lo sabemos y todo hace suponer que no lo sabremos nunca). Lo que sí hemos llegado a saber es que en ese preciso momento tuvo que realizar el primer signo, tal vez una tumba para alguien de su entorno, tal vez una pintura en una cueva, tal vez una marca a fuego en su propia piel. 

En una época donde la subsistencia era penosa, los únicos elementos que podíamos utilizar para poder trascender algún pensamiento eran los propios cuerpos, las vestimentas, la arquitectura y poca cosa más. Resultan increíbles aquellas pieles decoradas que se utilizaban para la construcción de los hogares de unas personas que ni siquiera podían permanecer estables en un lugar y que debían montar y desmontar sus poblados con la rapidez con la que la caza se desplazaba de valle. Pero ese nomadismo no impedía que sus construcciones no siguieran un orden mágico y al mismo tiempo natural. Seguro que resultaba sobrecogedor el encontrarse en el interior de la cabaña del chamán envueltos por el humo de la hoguera que encendían en el interior y que no hacía más que acercarlos más a un mundo oculto y misterioso.

La hegemonía de la arquitectura como signo de la razón duró decenas de miles de años, hoy no es más que un signo de su propia insignificancia o como afirmaba Frank Gerhy hace poco, de pura mierda.