superficies

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Hubo un tiempo que en las superficies de las arquitecturas ocurría algo mágico, algo que se les escapaba a la razón de los que lo vivían. Se producía una transmutación y lo que era simple piedra y vidrio se convertía en una realidad onírica y divina fuera del mundo físico. Las superficies se convertían en una realidad en sí, el mundo divino y trascendente con el que supuestamente nos encontraríamos algún día. Eran el lugar de conexión entre la divinidad y nuestro cuerpo.

No lo decimos por volver a trascendencias dudosas sino porque la teatralización que se produce hoy en día en las superficies de nuestra arquitectura también resulta más que incierta. ¿Estamos queriendo decir algo? ¿Tenemos algo que decir?