[Guangzhou Opera House / Zaha Hadid
Architects foto: © Iwan Baan via:archdaily]
Ya poca gente adulta visita sola los
zoológicos. Resultan unas construcciones esperpénticas pero hipnóticas al mismo
tiempo, recuerdan aquellos tiempos colosales de promesas ilustradas. En ellos uno
puede revivir la caricatura de nuestro gran proyecto: la domesticación de la
naturaleza mediante la razón.
Tal vez nos resulten tan desagradables
al andar frustrados porque dichas promesas no han llegado. Hemos hecho todo lo
que se nos pedía: renunciar a nuestra supuesta original naturaleza, creer en
imperativos extraños, identificarnos con
objetos de tal modo que hemos llegado a convertirnos en puras mercancías, crear
instituciones encargadas exclusivamente de hacer prevalecer nuestros derechos sobre las cosas; y aún así
nada, la libertad, la igualdad y la fraternidad brillan por su ausencia. Da que
pensar que en realidad lo que se jugó fueron los intereses de algunos y aunque muchos
hemos salido ganando con el invento, otros muchos más andan encaramados a las
farolas. Pero como buenos seres humanos, nuestra frustración no ha matado
definitivamente nuestra ingenua esperanza. Hemos inventado la tecnociencia y
con ella miles de nuevas promesas, las cuales hemos vuelto a comprar a ver si
esta vez nos toca el especial.
Cierta arquitectura de hoy en día de
rasgos zoológicos teatraliza esa neurótica idea, vencer a la naturaleza pero
esta vez imitándola racionalmente. De ese modo se nos promete salir de una vez por
todas de la jaula en la que nos encontramos y en la que hemos entrado por
nuestro propio pie. Pero si aceptamos que estamos repitiendo la historia,
habría que preguntarnos por los intereses ocultos detrás de la actual promesa,
por la legitimidad de las instituciones que la promueve.
¿A quién le interesa esa arquitectura?
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