30 mar 2014

zoológico


[Guangzhou Opera House / Zaha Hadid Architects  foto: © Iwan Baan  via:archdaily]

Ya poca gente adulta visita sola los zoológicos. Resultan unas construcciones esperpénticas pero hipnóticas al mismo tiempo, recuerdan aquellos tiempos colosales de promesas ilustradas. En ellos uno puede revivir la caricatura de nuestro gran proyecto: la domesticación de la naturaleza mediante la razón.

Tal vez nos resulten tan desagradables al andar frustrados porque dichas promesas no han llegado. Hemos hecho todo lo que se nos pedía: renunciar a nuestra supuesta original naturaleza, creer en imperativos extraños,  identificarnos con objetos de tal modo que hemos llegado a convertirnos en puras mercancías, crear instituciones encargadas exclusivamente de hacer prevalecer nuestros derechos sobre las cosas; y aún así nada, la libertad, la igualdad y la fraternidad brillan por su ausencia. Da que pensar que en realidad lo que se jugó fueron los intereses de algunos y aunque muchos hemos salido ganando con el invento, otros muchos más andan encaramados a las farolas. Pero como buenos seres humanos, nuestra frustración no ha matado definitivamente nuestra ingenua esperanza. Hemos inventado la tecnociencia y con ella miles de nuevas promesas, las cuales hemos vuelto a comprar a ver si esta vez nos toca el especial.

Cierta arquitectura de hoy en día de rasgos zoológicos teatraliza esa neurótica idea, vencer a la naturaleza pero esta vez imitándola racionalmente. De ese modo se nos promete salir de una vez por todas de la jaula en la que nos encontramos y en la que hemos entrado por nuestro propio pie. Pero si aceptamos que estamos repitiendo la historia, habría que preguntarnos por los intereses ocultos detrás de la actual promesa, por la legitimidad de las instituciones que la promueve.

¿A quién le interesa esa arquitectura?

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