[image via: ughpsh.tumblr.com]
“… sin la técnica el hombre no
existiría ni habría existido nunca. Así, ni más ni menos. “
Ortega y Gasset.
Hace ya mucho que hemos roto con la
tradición metafísica que identificaba naturaleza y ser y que nos obligaba a
juzgar aquello que hacíamos en función de cómo se parecía a lo natural, a lo
esencial, a lo generado por esa fuerza omnipotente.
Por suerte se nos permitió pensar
en un mundo mejor, donde no hiciese tanto frío o donde no morir por una simple
infección. Nuestra conciencia del desconocimiento y nuestra voluntad de poder
nos trajo no sólo a la ciencia sino también a la técnica y con ellas todos
aquellos inventos sin los que no hubiésemos existido. Ellas nos prometían
espacios exclusivamente nuestros en los que poder independizarnos de la
naturaleza. Pero hoy en día parece que la técnica y la nueva tecno-ciencia se
están separando de las personas, parece que estén tomando autonomía y poco les
importa que sus inventores ya no sepan para que necesita un ordenador en el
bolsillo.
Entendemos a la gente que razona en
contra de la técnica, que siente nostalgia de una vida menos acelerada aunque
no compartamos estas ideas. No creemos que un volver (¿a dónde?) sea la
solución sino que simplemente tenemos que responsabilizarnos. La técnica no
puede preocuparse por el “tener que”, su razón la tenemos que generar nosotros.
Y aunque haya un creciente desequilibrio entre el poder que proporciona la
técnica y su prudencia de uso, no podemos mediante la prohibición rechazar
nuestra responsabilidad. Sería insensato, porque en realidad lo que estaríamos
prohibiendo es nuestra anatomía, nuestra capacidad de invención.
Pero … ¿cómo pensar en una
autonomía vigilada de la técnica?
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